A veces, que algo “siempre se haya hecho” no significa que se haya hecho bien, que contigo “lo hicieran y no te haya pasado nada” no significa que no haya riesgos o que se podría haber hecho de una forma mejor.

Que algo “esté en el mercado” tampoco nos da la garantía de que sea bueno para el desarrollo (el tabaco, el alcohol “se venden” y eso no significa que sea sano, por ejemplo)

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Hoy en día tenemos mucha información y se han llevado a cabo muchas investigaciones que nos llevan a saber que no hacen falta aparatos para que los niños aprendan a andar, a sentarse… de hecho tampoco necesitan a un adulto que le enseñe (podéis leer a Emmi Pikler y toda su investigación sobre el movimiento en libertad, a Ferré…).

Cuando un adulto “cree” ayudar a un bebé poniéndolo sentado, cogiéndolo de las manitas para “hacerle andar”, llevándolo en un arnés en el que el niño va colgado de sus genitales, en un asiento que le hace estar sentado o lo coloca en un “tacatá” para que se divierta, lo que en verdad está haciendo es interferir en su desarrollo, crearle dificultades que antes no tenía, ponerle barreras a un camino que el niño está PREPARADO para recorrer, a un camino que NO hay que enseñarle porque su propia naturaleza y su capacidad de aprender, de curiosidad le va a ir llevando a alcanzar esos hitos. (excepto si hay una razón que se lo impida y en ese caso deberá ser evaluado y si es necesario tratado por un especialista).

Los adultos, no son conscientes de que esas prácticas que tenemos tan normalizadas dificultan un maravilloso camino que el niño es capaz de construir por sí mismo y es precisamente el niño el que debe de llevar el control, querer correr, querer acelerar etapas, querer “saltarnos escalones” de ese proceso va a repercutir en el futuro ya que unos aprendizajes se apoyan en los siguientes y así sucesivamente, por lo que cuando el niño tenga que volver y apoyarse en etapas previas que el adulto ha hecho que se salte, este necesitará un esfuerzo adicional para superarlas ¡con lo sencillo que hubiera sido simplemente respetar su desarrollo!

Ningún aparato pues, va a enseñar a andar, ni a sentarse, ni ningún juguete a hablar… En cambio sí que pueden crear dificultades en el desarrollo motor, cognitivo, en la riqueza del juego, en la confianza en sí mismo, en su autoestima…

“Cuando recortamos las fases del desarrollo psicomotor y forzamos o aceleramos el proceso de verticalización, en muchos casos, se empobrece la capacidad de balbuceo y se retrasa la organización del lenguaje”. Ferré y Ferré

Si tenemos en cuenta lo que supone poner a un niño en un tacatá (andadera) quizá nos ayude a cuestionarnos si es adecuado para los bebés:

-La postura: ¿sobre qué parte de su cuerpo va colgando un bebé que han puesto en un tacatá? Sobre sus genitales. Un niño que inicia la marcha de forma autónoma, no se apoya sobre estos, sino que tiene el suficiente tono, el suficiente equilibrio para aguantar su propio cuerpo sobre sus pies.

-Los pies: el niño colocado en este aparato no tiene por qué colocar su pie correctamente puesto que no es necesario tener equilibrio ni tono para no caerse, la única motivación es avanzar, así que el pie suele colocarse “de puntilla” impulsándose con ellos (nada parecido a lo que necesitará más adelante para andar por lo que aprende una forma de desplazamiento que después debe “desaprender”)

-El equilibrio: el niño no tiene que descubrir que para avanzar primero debe de ser capaz de verticalizarse y tener equilibrio, de esta manera no tiene oportunidad de descubrir por sí mismo lo que es el control de su cuerpo.

-Control del cuerpo: el niño no necesita ponerse de pie, tener equilibrio e ir avanzando mientras juega con ese equilibrio/ desequilibrio que le va a permitir descubrir su cuerpo, sus posibilidades, sus limitaciones, ir creando una confianza en sí mismo… No necesita parar, ya que no se cae, no se hace daño porque el aparato golpea en vez de su cuerpo, no le ayuda a medir distancias ni a aprender cuando debe parar.

-Los brazos: toman un papel pasivo, en muchas ocasiones, según el tipo de aparatos, incluso no pueden bajarlos porque hay una bandeja (en ocasiones con juguetes) que se lo impide.

-Las manos: en esta época cobra gran importancia la manipulación, gracias a la coordinación de la prensión, la succión, la visión, gracias a manipular objetos… se va desarrollando la inteligencia del bebé, la manipulación es esencial, de hecho, una de las cosas que motivan a un niño a moverse o a “llegar a” es precisamente la necesidad de tomar objetos.

Un niño en un tacatá no puede agacharse a coger nuevos objetos, no puede recuperar lo que se le cae de la bandeja, en definitiva, reduce la necesidad manipulativa del niño. Es cierto que algunos aparatos vienen de serie con juguetes fijos en la bandeja… pero es que el niño no necesita sólo tocar juguetes, necesita agarrarlos, llevarlos hasta la boca, agitarlos, golpear unos con otros, lanzarlos, recuperarlos, esconderlos, verlos aparecer… y esto no es posible con unos objetos fijos a una bandeja (que además suelen ser de plástico por lo que también limita sus experiencias sensoriales).

-Un bebé cambia constantemente de postura, si observamos a un niño que se mueve libremente, aguanta muy poco tiempo en una misma postura: voltea, de queda de costado, repta o gatea hasta un objeto, lo agarra, voltea hasta quedarse boca arriba o se sienta para examinarlo durante unos minutos (o segundos), vuelve a por otro objeto… Si el bebé (como es lógico) no puede ni entrar por sí mismo al tacatá, ni salir de él si se cansa y tampoco sabe hablar aún… ¿Qué opciones le quedan? El lloro para comunicarse, ya que es dependiente totalmente del adulto para poderse cambiar de postura. Por lo que no estará aprendiendo a ser autónomo (aunque a simple vista nos lo parezca porque se entretiene moviéndose de un lado al otro de la habitación) porque no le estamos dando la oportunidad de crear herramientas que le sirvan para ir avanzando hacia su autonomía, al revés, depende del adulto hasta para cambiar de postura.

-Colocar a un bebé en el plano vertical antes de haber adquirido el horizontal, genera un cambio en este que no ha sido construido por el niño, su visión tiene que ir “más allá”, siendo muy diferente de un niño que está en el suelo y primero observa los objetos, sus manos, a poca distancia para una vez ha conquistado todo el plano horizontal (el que divide el espacio en arriba y abajo y que es necesario para desarrollar la convergencia visual y el enfoque de los ojos) empezar a conquistar el vertical (mucho más amplio y con más profundidad).

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-Cuando un niño aprende a andar por sí mismo, un paso muy importante es la marcha lateral apoyando las manos sobre los muebles, las paredes… sus pies no están todavía colocados en la postura de andar hacia adelante. Este importante paso nos lo saltamos al colocar a un bebé en estos aparatos, ya que su marcha se dirige hacia adelante.

-Dificulta el gateo, ya que le resta oportunidades de estar en el suelo y de moverse libre y autónomamente.

-Dificulta el desarrollo de los reflejos de caída, necesarios para “poner las manos” cuando se va a caer.

-Uno de los aspectos que ha hecho que este tipo de aparatos esté prohibido en algunos países (Canadá por ejemplo) es la posibilidad de sufrir lesiones, caerse por las escaleras…

El Comité de Seguridad y Prevención de Lesiones Infantiles de la asociación española de pediatría (AEP) lo expresa claramente “¿Cuál es el mejor andador para un bebé?… El que no se usa. Los andadores no aportan ningún beneficio para que los niños aprendan a caminar, y además multiplican el riesgo de accidentes”.

Muchas de las razones arriba expuestas que explican por qué no beneficia al bebé el uso del tacatá, son válidas igualmente para aparatos como los arneses en los que el bebé va colgando de los genitales (o de otra parte como las axilas) y el adulto sujeta desde arriba para que el niño ande, o coger al bebé de las manitas para que dé pasitos…

Pero para entender esto mucho mejor, lo mejor es recurrir a qué es lo que hace un bebé cuando no se le enseña, es decir, cuál es la secuencia normal de movimiento en libertad y podremos observar la cantidad de pasos que “nos saltamos” cuando colocamos a los bebés en diferentes aparatos o “les enseñamos” a andar, a sentarse… Hablamos de secuencia porque lo importante no es la edad a la que se llega sino el paso por ellas, una detrás de otra, ya que cada hito se va apoyando en el anterior a modo de escalera:

-El niño está boca arriba, se mira las manos, se las chupa y en un determinado momento, descubre que la mano puede cruzar su línea media, aprende a levantar las piernas, los pies… todo esto le permitirá voltear.

-volteo de boca arriba a boca abajo y posteriormente de boca abajo a boca arriba.

-reptado (primero sobre la tripa, como si fuera un reloj, pero ya le permite coger objetos que se encuentran alejados, luego hacia atrás y finalmente hacia adelante). El reptado y el volteo, le permitirán ya ir desplazándose por el espacio, adquirir cierta autonomía.

-El gateo le permitirá desplazarse mejor por el espacio y al ser contralateral (se mueve una pierna con el brazo contrario) conecta los hemisferios cerebrales y hace posible el desplazamiento corporal organizado y el equilibrio del cuerpo (este patrón cruzado no se desarrolla cuando el niño va en un tacatá, se agarra al bebé de las manitas, va colgando de un arnés…)

-A la par que el gateo, antes o después, el bebé aprenderá a sentarse solo, al haberlo conquistado por sí mismo sin que nadie le haya colocado en esta postura, será capaz de abandonar la postura cada vez que se canse, que quiera recuperar un juguete… explorará los objetos desde esta posición, que pronto abandonará para alcanzar otros. Se apoyará correctamente sin sobrecargas.

El bebé descubrirá que ES CAPAZ de controlar su cuerpo, de moverse por el ambiente, es decir que es el PROTAGONISTA de su historia no un mero espectador que se tiene que limitar a lo que los demás le ofrecen o cómo le colocan, sentando las bases de su autoestima.

-después aprenderá a colocarse de rodillas, se apoyará en los muebles y aprenderá a ponerse de pié gracias a múltiples posturas intermedias.

-adquirirá la marcha lateral y más adelante, tras muchos ensayos, muchos cambios de postura… emprenderá la marcha propiamente dicha.

Pero el desarrollo motor, no es simplemente “aprender a andar”, sino que está relacionado con el desarrollo cognitivo, el lenguaje, el afectivo… Además lo importante no es llegar al objetivo de andar, ni conseguirlo pronto, ni antes del año, lo verdaderamente importante es el PROCESO hasta que el niño llega a andar.

Para que el niño pueda desarrollar su inteligencia, como bien decía Piaget,  necesita movimiento y experiencias sensoriales, ya que durante los 2 primeros años, su inteligencia es sensoriomotora. Por lo tanto el bebé necesita CONSTRUIR su inteligencia, estar en contacto con la realidad, con el entorno, con los objetos, el bebé es ACTIVO, necesita ir descubriendo sus posibilidades, necesita ir investigando en el entorno. Y es gracias a su curiosidad, al juego, a la seguridad que le aporta su figura de apego para poder ir alejándose progresivamente sin miedos y a tener a su disposición un entorno preparado (un espacio seguro en el suelo) que le permita moverse en libertad como lo conseguirá.

“A menudo, el adulto es un obstáculo más que una ayuda para el desarrollo del niño” Montessori.

Es cierto que “siempre se ha hecho”, pero hoy en día tenemos información suficiente sobre cómo se desarrolla la inteligencia del bebé, cómo lo hace el desarrollo motor, las repercusiones que tiene en el futuro aprendizaje escolar (sí, el movimiento del bebé está relacionado con la lectura, la escritura, por sorprendente que parezca)… Hoy en día tenemos muchos datos que apoyan que el bebé no aprende de forma pasiva, que se construye a sí mismo, de forma activa. Hoy en día tenemos muchos datos para poder afirmar que el niño no necesita NINGÚN APARATO que le enseñe a andar (ni a sentarse, ni a hablar…)

¿Acaso crece más una planta si estiramos de sus hojas?

Información extraída desde educapeques.com

¡Atención! Los aparatos no enseñan a andar.

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